Introducción
Todo comenzó como un día cualquiera. Primero quedamos Nadia Júlia y yo en la parada del tranvía, la sardana, sobre las siete y media para llegar a bien a nuestro destino. En la parada Can Oliveres nos encontrabamos con Laura y seguíamos haciendo camino hasta Palau Reial. Allí hacíamos trasbordo con el metro hasta la parada de Catalunya. En el transcurso del viaje íbamos todas un poco dormidas, pero llegamos a tiempo y al sitio correcto. Fuimos hacia el lugar indicado, donde los profesores se encontraban, pasaron lista y emprendimos nuestro recorrido hacia el Barrio Gótico.
Plaza Cataluña
Primero nos dirigimos hacia la plaza de Catalunya y teníamos que situarnos justo en el centro para poder vislumbrar en un edificio un dios greco-romano que resultaba ser Hermes, el dios de alas en el casco y los pies, mensajero de Zeus. Le tomamos alguna que otra fotografía y nuestra última tarea en plaza Catalunya era encontrar una escultura que estaba dedicada a Jordi Pujol i Soley. Nos dimos cuenta que debajo había una placa que decía: "Essent president de la Generalitat de Catalunya, el molt honorable Sr. Jordi Pujol i Soley fou inagurat aquest monument el 25 de desembre de 1991.” Copiamos lo que en la placa decía y seguimos hacia una calle donde nos encontramos con un precioso Hard Rock Café, que daba a lo que parecía una calle sin salida pero que, inequívocamente, resultaba ser una plazoleta cuyo nombre era de Ramon Amadeu. Proseguimos hasta encontrarnos con un abonita iglesia, Santa Ana. Es un claustro plenamente gótico aunque conserva la estructura románica. Al salir de allí podíamos ver una parada de flores que, aún estaba cerrada por lo temprano que era, aunque el sol pegaba fuerte y prácticamente ya nos molestaba a los ojos, para las horas que eran. Cuando salimos de allí, pasamos por la calle de Bertrellans donde teníamos que contar cuantos fanales había. Así que de una forma u otra, nos recreamos durante un momento viendo las estrechas calles con esos antiguos fanales que parecían, no muy equivocadamente, salidos de la Época Medieval. Entre un acosa y otra nos dirijimos a la plaza de la Vila de Madrid. Allí pudimos descubrir restos de la necrópolis romana y, al igual que en todos los lugares visitados, hicimos unas cuantas fotos. Nos llamaron la atención, algunas de las balconeras floreadas que rodeaban la necrópolis. Y así, tomamos nuevamente el rumbo tomando la calle Duc de la Victòria intentando no pararnos demasiado en las curiosas tiendas, para llegar pronto a Portaferrissa. Caminamos toda esa calle hasta un poco antes de la rambla, tal y como lel librito nos indicaba.
Zona de Santa Maria del Pi
La calle de Petritxol, muy típica. Se dice que hace muchos, muchos años, detrás de los balcones de esa calle se reunían los amantes; pasiones y engaños. Ahora pues, es una calle típica, también, por las chocolaterías, y sus deliciosas ensaimadas. En las paredes de esa estrecha calle habían mosaicos con "rodolins" y en alguna que otra fachada se puede distunguir nombres de personajes célebres, que en algún momento u otro, tuvieron relación con esa entrañable calle. Entre una cosa y otra nos encontramos en el carrer del Pi, donde pudimos contemplar a la vez que caminábamos una bonita iglésia se dejaba ver por todos los Barceloneses.
Al lado de la plaza del Pi y de la iglésia del Pi, está la de Sant Josep i Oriol, ahí pues, se concentraba toda la vida bohemia y artística de la ciudad, aunque ahora es prácticamente turístico. Poco después nos encontramos en la calle de Banys nous, donde los comercios eran poco comunes, y las tiendas muy curiosas. Más abajo empieza el Call, el laberíntico barrio judío medieval, desde donde se podía contemplar la antigua muralla Barcelonesa la cual distringuimos por la antiguedad de su fachada. Entre las calles Marlet i San Ramon del Call pudimos ver una sinagoga judía. Entre algunas calles que no nos resultaban muy de fiar, terminamos en la plaza de Sant Felip Neri, allí pues, habían marcas de impactos de bala de la guerra civil, y la plazoleta tenía forma pentagonal. Nos marchamos de allí para llegar al siguiente lugar indicado; la plaza de Garriga y Bachs, donde había una estatua de algunos hombres, y estaba hecha de un material blanquecino.
Zona Plaza de Sant Jaume
Justo delante, a la derecha estaba la calle del Bisbe, donde vislumbramos un puente gótico que conectaba el palacio de la Generalitat. Nos adentramos en la calle de la Pietat, vimos las gárgolas que provenían de la catedral. Eran tan fantásticamente siniestras que les hicimos alguna que otra fotografía. También nos hicimos una foto de grupo en la Casa de les Canonges. De ahí fuimos por la calle de Paradís, hasta que, en el fondo de la calle, vimos una entrada donde se encontraban restos del antiguo Templo romano. Caminando y ya un poco hambrientas, decidimos ir, antes de comprarnos un buen bocadillo, al Palau del Lloctinent. Esta vez si que, al ver un horno, nos compramos todas nuestro desayuno, y mientras que marcabamos, al igual que todo el tiempo, el intinerario en el mapa, buscábamos nuestra siguiente parada. Sant Jaume el antiguo Forum romano, el corazón político de la antigua ciudad romana; Barcino. De ahí vimos dos emblemáticos edificios: la Generalitat, i el Ayuntamiento, en los cuales hicimos fotografías a las farolas, a los mismos edificios y a un lustre Sant Jordi que se dejaba ver resuelto.
Después de preguntar alguna que otra duda, bajamos hasta encontrarnos con plaza del Angel, que conectaba con via Laietana, donde se nos abrieron los ojos al contemplar una tienda de gofres y creppes, pero sin caer en la tentación, proseguimos tomando el barrio de la Ribiera donde bajando por una pequeña calle pudimos vislumbrar la emblemática y preciosa Santa Maria del Mar. Cada lugar y cada parte de ese templo religioso me hacía sentir un escalofrío. Tal vez mis compañeras sintieran lo mismo, pero me imaginaba tal monumento, tantísimos años atrás, con la brisa del mar resoplando sobre las gárgolas, cortando con un ruido seco la brisa, mientras que los trabajadores hacían sus tareas, de una forma responsable.
El barrio de la rivera
Al pasar unas pocas calles nos dimos cuenta de la multiculturalidad que se cernía en Barcelona, y creaban sus propios comercios y famílias allí. Luego, al salir del Fossar de les moreres, nos adentramos en el Born donde tomamos el carrer Montcada. Luego vimos el Palau de Berenguer d’Aguilar, donde ahora se encuentra el Museo Picasso. Allí había cantidades de turistas. Luego, travesando la calle Princesa, nos encontramos con la calle Carder y luego a mano izquierda nos encontramos con la calle Giralt el Pellisser.
Después de tomas unas cuantas calles, nos encontramos con el sorprendente Palau de la Música Catalana. Allí hizimos una parada, y nos quedamos contemplando maravilladas su magnífico exterior. Allí unos señores extrangeros nos preguntaron por los horarios del Palau, y tuvimos ocasión de practicar un poco el inglés. Allí se terminó nuestro segundo intinerario. Posteriormente tomamos el metro, donde decidimos finalmente, a que hora quedar al día siguiente, y cómo prepararnos el intinerario y las preguntas diarias. Fue un día agotador, pero mereció la pena por la belleza Barcelonina que poco de ella conocía.
Todo comenzó como un día cualquiera. Primero quedamos Nadia Júlia y yo en la parada del tranvía, la sardana, sobre las siete y media para llegar a bien a nuestro destino. En la parada Can Oliveres nos encontrabamos con Laura y seguíamos haciendo camino hasta Palau Reial. Allí hacíamos trasbordo con el metro hasta la parada de Catalunya. En el transcurso del viaje íbamos todas un poco dormidas, pero llegamos a tiempo y al sitio correcto. Fuimos hacia el lugar indicado, donde los profesores se encontraban, pasaron lista y emprendimos nuestro recorrido hacia el Barrio Gótico.
Plaza Cataluña
Primero nos dirigimos hacia la plaza de Catalunya y teníamos que situarnos justo en el centro para poder vislumbrar en un edificio un dios greco-romano que resultaba ser Hermes, el dios de alas en el casco y los pies, mensajero de Zeus. Le tomamos alguna que otra fotografía y nuestra última tarea en plaza Catalunya era encontrar una escultura que estaba dedicada a Jordi Pujol i Soley. Nos dimos cuenta que debajo había una placa que decía: "Essent president de la Generalitat de Catalunya, el molt honorable Sr. Jordi Pujol i Soley fou inagurat aquest monument el 25 de desembre de 1991.” Copiamos lo que en la placa decía y seguimos hacia una calle donde nos encontramos con un precioso Hard Rock Café, que daba a lo que parecía una calle sin salida pero que, inequívocamente, resultaba ser una plazoleta cuyo nombre era de Ramon Amadeu. Proseguimos hasta encontrarnos con un abonita iglesia, Santa Ana. Es un claustro plenamente gótico aunque conserva la estructura románica. Al salir de allí podíamos ver una parada de flores que, aún estaba cerrada por lo temprano que era, aunque el sol pegaba fuerte y prácticamente ya nos molestaba a los ojos, para las horas que eran. Cuando salimos de allí, pasamos por la calle de Bertrellans donde teníamos que contar cuantos fanales había. Así que de una forma u otra, nos recreamos durante un momento viendo las estrechas calles con esos antiguos fanales que parecían, no muy equivocadamente, salidos de la Época Medieval. Entre un acosa y otra nos dirijimos a la plaza de la Vila de Madrid. Allí pudimos descubrir restos de la necrópolis romana y, al igual que en todos los lugares visitados, hicimos unas cuantas fotos. Nos llamaron la atención, algunas de las balconeras floreadas que rodeaban la necrópolis. Y así, tomamos nuevamente el rumbo tomando la calle Duc de la Victòria intentando no pararnos demasiado en las curiosas tiendas, para llegar pronto a Portaferrissa. Caminamos toda esa calle hasta un poco antes de la rambla, tal y como lel librito nos indicaba.
Zona de Santa Maria del Pi
La calle de Petritxol, muy típica. Se dice que hace muchos, muchos años, detrás de los balcones de esa calle se reunían los amantes; pasiones y engaños. Ahora pues, es una calle típica, también, por las chocolaterías, y sus deliciosas ensaimadas. En las paredes de esa estrecha calle habían mosaicos con "rodolins" y en alguna que otra fachada se puede distunguir nombres de personajes célebres, que en algún momento u otro, tuvieron relación con esa entrañable calle. Entre una cosa y otra nos encontramos en el carrer del Pi, donde pudimos contemplar a la vez que caminábamos una bonita iglésia se dejaba ver por todos los Barceloneses.
Al lado de la plaza del Pi y de la iglésia del Pi, está la de Sant Josep i Oriol, ahí pues, se concentraba toda la vida bohemia y artística de la ciudad, aunque ahora es prácticamente turístico. Poco después nos encontramos en la calle de Banys nous, donde los comercios eran poco comunes, y las tiendas muy curiosas. Más abajo empieza el Call, el laberíntico barrio judío medieval, desde donde se podía contemplar la antigua muralla Barcelonesa la cual distringuimos por la antiguedad de su fachada. Entre las calles Marlet i San Ramon del Call pudimos ver una sinagoga judía. Entre algunas calles que no nos resultaban muy de fiar, terminamos en la plaza de Sant Felip Neri, allí pues, habían marcas de impactos de bala de la guerra civil, y la plazoleta tenía forma pentagonal. Nos marchamos de allí para llegar al siguiente lugar indicado; la plaza de Garriga y Bachs, donde había una estatua de algunos hombres, y estaba hecha de un material blanquecino.
Zona Plaza de Sant Jaume
Justo delante, a la derecha estaba la calle del Bisbe, donde vislumbramos un puente gótico que conectaba el palacio de la Generalitat. Nos adentramos en la calle de la Pietat, vimos las gárgolas que provenían de la catedral. Eran tan fantásticamente siniestras que les hicimos alguna que otra fotografía. También nos hicimos una foto de grupo en la Casa de les Canonges. De ahí fuimos por la calle de Paradís, hasta que, en el fondo de la calle, vimos una entrada donde se encontraban restos del antiguo Templo romano. Caminando y ya un poco hambrientas, decidimos ir, antes de comprarnos un buen bocadillo, al Palau del Lloctinent. Esta vez si que, al ver un horno, nos compramos todas nuestro desayuno, y mientras que marcabamos, al igual que todo el tiempo, el intinerario en el mapa, buscábamos nuestra siguiente parada. Sant Jaume el antiguo Forum romano, el corazón político de la antigua ciudad romana; Barcino. De ahí vimos dos emblemáticos edificios: la Generalitat, i el Ayuntamiento, en los cuales hicimos fotografías a las farolas, a los mismos edificios y a un lustre Sant Jordi que se dejaba ver resuelto.
Después de preguntar alguna que otra duda, bajamos hasta encontrarnos con plaza del Angel, que conectaba con via Laietana, donde se nos abrieron los ojos al contemplar una tienda de gofres y creppes, pero sin caer en la tentación, proseguimos tomando el barrio de la Ribiera donde bajando por una pequeña calle pudimos vislumbrar la emblemática y preciosa Santa Maria del Mar. Cada lugar y cada parte de ese templo religioso me hacía sentir un escalofrío. Tal vez mis compañeras sintieran lo mismo, pero me imaginaba tal monumento, tantísimos años atrás, con la brisa del mar resoplando sobre las gárgolas, cortando con un ruido seco la brisa, mientras que los trabajadores hacían sus tareas, de una forma responsable.
El barrio de la rivera
Al pasar unas pocas calles nos dimos cuenta de la multiculturalidad que se cernía en Barcelona, y creaban sus propios comercios y famílias allí. Luego, al salir del Fossar de les moreres, nos adentramos en el Born donde tomamos el carrer Montcada. Luego vimos el Palau de Berenguer d’Aguilar, donde ahora se encuentra el Museo Picasso. Allí había cantidades de turistas. Luego, travesando la calle Princesa, nos encontramos con la calle Carder y luego a mano izquierda nos encontramos con la calle Giralt el Pellisser.
Después de tomas unas cuantas calles, nos encontramos con el sorprendente Palau de la Música Catalana. Allí hizimos una parada, y nos quedamos contemplando maravilladas su magnífico exterior. Allí unos señores extrangeros nos preguntaron por los horarios del Palau, y tuvimos ocasión de practicar un poco el inglés. Allí se terminó nuestro segundo intinerario. Posteriormente tomamos el metro, donde decidimos finalmente, a que hora quedar al día siguiente, y cómo prepararnos el intinerario y las preguntas diarias. Fue un día agotador, pero mereció la pena por la belleza Barcelonina que poco de ella conocía.
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